jueves, 14 de abril de 2016

Yo estuve allí.

Llevaba meses intentando encontrar el momento oportuno para desempolvar esos cuadernos de viaje del año 2007 y releerlos con la distancia que dan nueve años y una guerra interminable. Cuando dijimos que nos íbamos de viaje de novios a Oriente Medio tuvimos que escuchar muchas palabras de asombro y miedo. No era el relax de Punta Cana o Riviera Maya, tampoco la apacible Europa, ni los seguramente apasionantes Estados Unidos. Nos íbamos a Siria en un año que pocos serían capaces de situarla en un mapa a la primera. Y nos íbamos porque sabía que era un "ahora o nunca". Aunque no es un viaje excesivamente largo, necesita de tiempo y algo de dinero para poder visitarlo de manera que merezca la pena. Además, después de la boda no queriamos esperar mucho para ser padres. Por lo tanto el viaje de novios era el momento perfecto. Lo que no sabíamos es que tan sólo 4 años después se iba a iniciar un conflicto con unas consecuencias catastróficas para su población, su historia, su patrimonio artístico y en definitiva para su futuro. Desde ese 2011 cada noticia que llega de Siria nos duele de una forma dificil de expresar. Recorrimos sus ciudades y pueblos, entramos en sus espacios sagrados, conocimos a hombres, mujeres y niños y sentimos cosas que no sé si seré capaz de transmitir con palabras.
Prometimos volver y espero que algún día esa promesa que hicimos se pueda cumplir. De momento sólo nos queda el recuerdo, que según contaban por esas tierras, es el único paraiso del cual no podemos ser expulsados.

(*) No subiré imágenes en las que aparecezcan terceras personas por seguridad. Sé que algunos han conseguido escapar de ese infierno, pero tenemos noticias de decapitaciones en público de habitantes de Tadmor. Por lo tanto, no incluiré imagen de ninguno de ellos que pueda dar algún tipo de información que a día de hoy pueda poner en una situación comprometida tanto a ellos como a su familia. La única persona que es posible no citar y fue nuestro acompañante por el país, se encuentra en estos momentos a salvo en Alemania y será nombrado como Y.


Capítulo 1. Bagdad Café


Carretera, desierto, vacío, carretera, desierto, vacio… La carretera de Damasco a Bagdad era una línea recta en la que por más que buscabas siempre te encontrabas con un horizonte color tierra. Nos esperaban unos 200km de coche del que apenas nos enteramos, ya que el propio viaje era todo un placer para los sentidos. Paisajes desérticos a ambos lado del asfalto en el que, muy de vez en cuando, se podía ver alguna pequeña vivienda.

Mapa de Siria
Carretera Damasco- Iraq


Un recorrido que hicimos montados en los asientos traseros del twingo color pistacho de nuestro amigo Y. Simpático y noble, hizo que nuestra estancia en Siria se haya convertido en uno de los momentos más especiales de nuestra vida. No hubo (ni habrá) viaje como este. Jamás. Una tierra maravillosa que esconde algunos de los tesoros artísticos más importantes de todos los tiempos. Esa carretera nos iba a llevar a uno de ellos, desconocido para muchos pero inolvidable para aquellos que hemos paseado entre sus restos: Palmyra.

Carretera Damasco- Iraq en nuestro vehículo.

Cuando quedaba aproximadamente la mitad del trayecto fue cuando descubrimos unos carteles que nos indicaban una parada, una especie de oasis de piedra y madera en el desierto el cual se anunciaba con uno de esos gigantes molinos que tantas veces hemos visto en las películas de vaqueros. Estábamos llegando a Bagdad Café. 

Bagdad Café (detalle)

Bagad Café era como un refugio en medio de la desértica carretera que conducía de Damasco a Tadmor (antiguo nombre en arameo y rebautizada como Palmyra por los romanos). Una pequeña posada, delicadamente decorada con telas, fósiles, mapas y recuerdos. Y. aparcó en la puerta y tocó el claxon del coche. Tras esto, apareció por la puerta un beduino, con el típico pañuelo jordano  sobre la cabeza. Amablemente nos invitó a pasar y nos sentamos en el interior mientras nos servían te y fumábamos en shisha. El beduino tocó un instrumento de cuerdas típico de la zona mientras Y. nos dedicaba una canción. 
Bagdad Café (exterior)



Mientras Gaby estaba hablando animadamente con Y. sobre el encanto de este lugar, me vistieron de beduina con un pañuelo rojo y una especie de túnica negra bordada. Risas, música y tabaco. Nos hubiésemos quedado allí horas y horas pero teníamos que proseguir nuestro viaje. Aún hoy me pregunto qué habrá sido de ese lugar. Entre las fotografías que saqué, hay una en la que se ve unaimagen del presidente Bashar Háfez al-Ásad.  Imposible que esté hoy colgada ahí. Toda esta zona que hoy vuelvo a recordar fue tomada por Daesh en mayo de 2015 y recuperada por el ejercio gubernamental sirio a finales de marzo.  No sé qué habrá pasado con Bagdad Café, quizás en unos meses podamos tener noticas del lugar. Con los recuerdos igual de vivos que en 2007, volvemos a nuestro twingo pistacho y seguimos nuestro camino.


La carretera seguía como una recta imposible. No podíamos alejar la mirada de la ventanilla. Disfrutábamos de esa enorme soledad y pureza que transmitía el paisaje. Nos encontrábamos a 152 km de Iraq. En uno de los tramos la recta se dividía hacia la derecha y se creaba otra recta también hasta el infinito, esa era la carretera que llevaba a la antigua Mesopotamia. Nos giramos y la contemplabamos ensimismados por la increíble fuerza que transmitía. A lo lejos se veía un soldado sentado en la cuneta, solo, esperando quizás. Nadie dijo nada. Nuestro coche seguía recto rumbo a Palmyra pero no pudimos evitar volver la mirada atrás para retener unos segundos más esa imagen. Iraq, soldados... Una  especie de déjà vu visto tantas veces en televisión. Por primera vez en nuestra vida estábamos al otro lado de la pantalla.


Señal que indica la distancia que nos queda para llegar a Palmyra


Y por fin se abrió ante nosotros la ciudad antigua de Palmyra, inmensa, hermosa e inalcanzable. De ella conocimos todo. Nada hacía pensar que sólo unos pocos años después, mucho de lo que lo que allí vimo iba a ser destruido. Pero eso ya es otra historia. (Continuará...)


Fotografía en el exterior del Tempo de Bel. Destruido el 30 de agosto de 2015 por el Daesh.