domingo, 28 de diciembre de 2025

La sociedad del cansancio. Byung- Chul Han

En un mundo que no se detiene, La sociedad del cansancio, de Byung-Chul Han, se presenta como un espejo incómodo pero necesario. No es un libro que se limite a describir una época: es una radiografía del modo en que vivimos, trabajamos y, sobre todo, nos exigimos.

Han sostiene que hemos dejado atrás la sociedad disciplinaria —aquella del “deber”— para entrar en la sociedad del rendimiento, dominada por el “puedo”. A primera vista, este cambio parece liberador. Ya no hay un amo externo que nos vigile; ahora somos emprendedores de nosotros mismos. Sin embargo, esta aparente libertad esconde una paradoja inquietante: al convertirnos en nuestros propios jefes, también nos convertimos en nuestros propios explotadores. Nadie nos obliga, pero tampoco nadie nos detiene.

El cansancio del que habla Han no es únicamente físico. Es un agotamiento existencial, una fatiga del alma que surge cuando la vida se reduce a productividad, optimización y eficiencia. Vivimos rodeados de estímulos, proyectos, métricas y expectativas. El descanso ya no es descanso, sino una pausa estratégica para volver a rendir mejor. Incluso el ocio se convierte en una tarea más que debe ser aprovechada.


Uno de los aspectos más perturbadores del libro es cómo describe la violencia silenciosa de la positividad. Ya no se nos dice “no puedes”, sino “sí puedes con todo”. Esta lógica elimina el límite, y con él, la protección. Si fracaso, la culpa es únicamente mía: no me esforcé lo suficiente, no me motivé lo bastante, no supe gestionarme. Así, la depresión y el burnout no aparecen como fallas del sistema, sino como defectos individuales. El cansancio se vuelve íntimo, privado, y por eso mismo invisible.

Han también señala la pérdida de la contemplación. En una sociedad hiperactiva, detenerse a mirar, pensar o simplemente no hacer nada se percibe casi como una amenaza. La lentitud incomoda. El silencio inquieta. Pero es precisamente en esos espacios donde puede surgir una experiencia más profunda de sentido. Sin ellos, la vida se aplana, se vuelve una sucesión de tareas cumplidas sin verdadera interioridad.

Leer La sociedad del cansancio es, en cierto modo, una invitación a resistir. No mediante una rebelión ruidosa, sino a través de gestos mínimos: recuperar el derecho al límite, al aburrimiento, al descanso no productivo. Aceptar que no todo debe convertirse en proyecto, que no todo tiempo debe ser útil. En un mundo que exige rendimiento constante, quizá el acto más radical sea simplemente parar.

El libro no ofrece soluciones fáciles ni recetas de autoayuda. Su valor reside en hacernos conscientes de la trampa en la que participamos voluntariamente. Al cerrar sus páginas, queda una pregunta abierta, casi incómoda: ¿qué pasaría si dejáramos de exigirnos tanto? Tal vez, en ese cansancio compartido, haya una oportunidad para repensar la forma en que queremos vivir.


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