Los buenos momentos son como estrellas fugaces. Se viven con intensidad. Duran segundos, minutos, horas... y tras vivirlos se convierten en frágiles recuerdos. Del presente pasamos al pasado en un abrir y cerrar de ojos. Cada uno de esos momentos es único, irrepetible. Aunque volvamos al mismo lugar, con la misma persona y a la misma hora nunca volverá a ser lo mismo. Sin embargo, he aprendido a querer esa fugacidad. Ahora sé que no se trata de llorar por los recuerdos, si no que lo verdaderamente importante es abrir el corazón para que lleguen más y más y más. Ahora sé que el secreto está en llenar tu vida de instantes mágicos para que luego se conviertan en recuerdos inolvidables.
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18 de febrero de 2011
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